lunes, 17 de agosto de 2009

40 años de la matanza de Charles Manson: el final del sueño hippy


El sueño hippy, el verano de la paz y el amor, concluyó la mañana del 9 de agosto de 1969. A las ocho, el termómetro ya marcaba 30 grados en las colinas de Los Ángeles. La noche anterior, Charles Manson había señalado a cuatro de sus acólitos en el rancho Spahn, apenas a treinta kilómetros de distancia del 10.050 de Cielo Drive, en Benedict Canyon, la mansión que Roman Polanski había alquilado después de que viviera en ella Candice Bergen.

La criada que llegó a las nueve descubrió cinco cadáveres: el peluquero Jay Sebring; dos amigos de la familia, Abigail Folger y Voytek Frykowski; un chico que tuvo la mala fortuna de pasar por allí, Steve Parent; y Sharon Tate. La segunda esposa de Polanski fue la última en morir, desangrada tras recibir diecisiete cuchilladas. Estaba embarazada de ocho meses y medio. Lo cuenta Oskar L. Belategui en El Correo.

Se cumplen ahora cuarenta años de un crimen que rubricó el fin de una época de excesos y tolerancia, durante la cual, por un momento, pareció que la revolución era posible. Los asesinatos se cometieron dos años después del verano del amor y una semana antes del concierto de Woodstock Easy Rider, el filme mítico de la contracultura, llevaba un mes en cartel. Como recuerda Peter Biskind en su imprescindible ensayo Moteros tranquilos, toros salvajes, la psicodelia daba sus últimos estertores. El ácido ya lo mezclaban con anfetaminas y la heroína comenzaba a diezmar Haight-Ashbury, el barrio fumeta de San Francisco. «Fue el final de los setenta, por toda la ciudad se oía a la gente tirar de la cadena».

Las réplicas del seísmo se prolongaron bien entrada la década, mientras el juicio del caso se eternizaba. En Hollywood había una sensación generalizada de que podía haberle tocado a cualquiera, porque, en el fondo, Charles Manson era uno de los suyos. A sus 34 años, llevaba entrando y saliendo de instituciones desde los doce años, la edad en que su madre soltera lo había hecho encerrar en un reformatorio. Su abanico de delitos iba del robo de coches y la estafa a la sodomía y el proxenetismo. Intentó establecerse como compositor de canciones, pero su credo de drogas, amor libre y pseudocienciología atrajo a adolescentes de clase media en rebelión con sus padres, ovejas descarriadas con las que acabó formando una secta: La Familia.

Dennis Wilson, el batería de los Beach Boys, introdujo a Manson en los ambientes mundanos del cine y la música. Se movía a sus anchas entre las mansiones con piscina, envuelto en nubes de LSD. Profería citas de la Biblia y de canciones de los Beatles como base de una filosofía apocalíptica que todavía hoy fascina, como atestiguan las páginas de Internet que recrean con todo detalle los crímenes de Cielo Drive y la figura de este orate. Marilyn Manson tomó su apellido y Axl Rose canta sus temas. La atracción estadounidense por los 'psychokillers' sigue manteniendo en el candelero a un sádico, que convencía a sus esclavas sexuales para que cometieran masacres en nombre de una supuesta guerra racial.

Manson nunca saldrá de la cárcel. Tras abolirse la pena de muerte en California, su condena fue conmutada y cumple cadena perpetua. Concede entrevistas, saca discos y es objeto de libros y documentales. Nadie parece acordarse en cambio de Sharon Tate, que a los 26 años adivinaba un futuro glorioso en la Meca del Cine. Era la hija de un militar con el que recorrió medio mundo en su infancia. Tras figurar en una serie de televisión, conoció a Polanski, con el que se casó en 1967. Al enlace le siguieron dos años de fiestas, viajes y trabajos en las películas de su marido. Se quedó embarazada y decidió tomarse un descanso para preparar el parto.

El gueto de Cracovia

Los asesinatos de Manson constituyeron «el fin de nuestra inocencia nacional», en palabras del político Barry Goldwater. «La noche en que unos críos montados en un coche se desmandaron en un apartado hogar de las colinas de Hollywood». Fueron asimismo el inicio de la caída en desgracia de Polanski. Su biógrafo Christopher Sandford recuerda cómo los periodistas especularon acerca de la vida privada del matrimonio, sembrando la idea de que las drogas, la magia negra y las prácticas sexuales heterodoxas habían contribuido de algún modo a la tragedia.

La antipatía de la opinión pública se transformaría en odio nueve años después, cuando el autor de Chinatown y El pianista fue acusado de drogar y violar a una menor de 13 años en casa de su amigo Jack Nicholson. Huyó de Estados Unidos horas antes de que se dictara sentencia. Y no ha regresado. La víctima le ha perdonado en reiteradas ocasiones, no así los jueces. El polaco errante asegura que, desde entonces, «nunca, ni un solo día, he vivido sin miedo a ser detenido».

El asesinato de Sharon Tate fue el golpe más duro de una vida que lo ha convertido en fugitivo. Su madre falleció embarazada en las cámaras de gas de Auschwitz y su padre sobrevivió a Mathausen. El pequeño Roman vagó por el gueto de Cracovia y llegó a ser utilizado como blanco humano por los nazis en sus ejercicios de tiro. Un informe sobre su libertad condicional desaconsejaba la prisión: «Se cree que encarcelar al acusado, cuya existencia ha sido una serie de castigos aparentemente interminable, podría causar un daño emocional incalculable».

Actualidad musical

Según escribía hace unos días en El País Diego A. Manrique, aconteció hace unos días, en la Corcoran State Prison. El guardián trajo al recién llegado Phil Spector una nota de otro recluso: el monstruo más famoso del sistema penal californiano, Charles Manson. Todo humildad, Charlie requería hablar con Phil sobre la industria musical. Posiblemente, aspira a que Spector le "produzca": durante los 40 años que Manson lleva encerrado por teledirigir los asesinatos de Sharon Tate y otros desdichados, ha seguido haciendo música, que amantes de lo macabro editan en discos como White rasta o Poor old prisoner boy. Canciones, filípicas grabadas con magnetófonos simples, que podrían potenciarse con el savoir faire del productor más ambicioso de la historia del pop.

La reacción de Spector: "Antes, cogía el teléfono y eran John Lennon o Tina Turner; ahora, es Charles Manson quien me requiere". Tan bajo he caído, parece lamentarse. Ninguna novedad: durante el juicio por el asesinato de la actriz-camarera Lana Clarkson, la élite de la música se negó a solidarizarse con Phil. No hubo testimonios a su favor, declaraciones ampulosas sobre lo que el mundo se perdería si el creador del "muro de sonido" era encarcelado. Leonard Cohen, Los Ramones y otros que trabajaron a sus órdenes se estremecen al recordarle: un tirano acostumbrado a los juegos de poder, un desequilibrado que amenazaba con armas de fuego, una mala persona. Un "accidente" como el de Lana Clarkson podía haber ocurrido en mil ocasiones anteriores.

De momento, Spector rechaza tratar con Manson. Pero, aunque Corcoran sea una penitenciaria compartimentalizada, con más de 3.000 inquilinos, puede que terminen entendiéndose. Charles sabe que nunca saldrá con vida de allí; Phil conserva esperanzas de ver reducida su condena de 19 años. Y Manson puede darle pistas sobre los caprichos de la opinión pública.

Cuando Manson fue condenado a la pena de muerte, luego conmutada en cadena perpetua, era un paria social. La contracultura, que inicialmente le creía un pobre hippy elegido para ser cabeza de turco, terminó aceptando que el "verano del amor" también generó aberraciones. Para los demás estadounidenses, encarnaba sus peores pesadillas: el líder de una secta del amor libre, que no contento con convertir a las jóvenes en esclavas sexuales, las ordenaba realizar masacres por oscuros resentimientos o anhelando provocar una guerra racial.

Pero Manson ha sido favorecido por esa fascinación estadounidense por los serial killers. Cada poco, le entrevistan grandes medios, le dedican documentales y libros. Exactamente: se ha convertido en una figura de culto. No se me ocurre ídolo más repulsivo. Asombra que haya músicos que le admiren, sin reconocerle como el peor tipo de perdedor, digno de un guión de serie B: el aspirante a estrella del rock que, rechazado, decide vengarse. Resulta patético que Axl Rose cante un tema suyo, que Marilyn Manson utilice su apellido, que Trent Reznor siga sus huellas. De estar libre Charlie, ellos serían el tipo de rock stars que podrían recibir una visita de sus comandos sangrientos.

Fuente: Info-RIES nº 145 (12/08/09).

1 comentario:

matias dijo...

Muy interesante el artículo, me gustaria saber cual es el tema de Manson que Axl Rose canta.. Espero tu respuesta, saludos cordiales..!